La deforestación que se ha generado en la región Oriental afecta directamente al Bosque Atlántico del Alto Paraná. Una de las reservas boscosas más importante de Latinoamérica se está perdiendo por completo. Foto: Pánfilo Leguizamón

Isla en un mar de deforestación

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Fátima Mereles, ex presidenta del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología de Paraguay, considera que es posible tener una producción de soja con los estándares necesarios de cuidados ambientales. Pero hacen falta cambios radicales. Foto: Jessica Colmán

Fátima Mereles es botánica, docente, exploradora paraguaya, curadora y apasionada por la conservación forestal. Ella es franca sobre la situación en Paraguay.

“No hicimos nada para evitar la destrucción del Bosque Atlántico del Alto Paraná”, dice Mereles, ex presidenta del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología de Paraguay.  “Hoy, todo el Bosque Atlántico está perdiendo su capacidad de recuperación”.

Si hubiera existido una política gubernamental durante décadas que abordara los problemas ambientales, ella cree que Paraguay ahora sería un país de producción forestal sostenible. “Pero hoy ni siquiera podemos recuperar la cantidad de madera que hemos perdido”, dice Mereles.

Mientras Mereles habla sobre el futuro del Bosque Atlántico, su trabajo se extiende sobre una mesa en el Herbario del Departamento de Botánica del campus de la Universidad Nacional de Asunción (UNA) en San Lorenzo.

El herbario de la UNA, que es como un almacén o museo de plantas secas utilizadas para el estudio de la botánica, tiene alrededor de 60,000 ejemplares. Sobre la mesa hay un par de libros, una computadora abierta, una lupa, dos sillas altas.

Cuando Mereles habla del Bosque Atlántico, de la riqueza botánica de Paraguay, se ilumina. El país tenía todo lo necesario para sustentar sus majestuosos bosques, dice, pero ahora tiene que luchar para no perder lo poco que le queda.

Ella dice que es imposible cuantificar lo que Paraguay ha perdido en biodiversidad debido a la deforestación a gran escala en las últimas décadas.

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Miles de especies de insectos son endémicas del Bosque Atlántico. Foto: Shutterstock

“La botánica, el estudio de todo lo que es bosque en el país, llegó tarde. Recién en la década de los 70, cuando ya se estaba produciendo la deforestación en gran parte de la región oriental, fue recién entonces que comenzamos a hacer un estudio riguroso, por lo tanto, es imposible determinar la cantidad de especies que se perdían en esas épocas de devastación”, dice Mereles.

La Reserva de la Biosfera del Bosque Mbaracayú, una de las dos biosferas naturales reconocidas por la UNESCO en Paraguay, es un recordatorio del futuro del Bosque Atlántico.

“Estamos permaneciendo como una isla de bosques en un mar de deforestación” dice Hugo Mora, Gerente de Desarrollo Territorial de la Fundación Moisés Bertoni, organización que lleva 20 años trabajando en programas de conservación dentro de la Reserva Mbaracayú, en el departamento de Canindeyú. 

Tan recientemente como a principios de la década de 2000, Mora recuerda que el paisaje de la Reserva de la Biosfera del Bosque Mbaracayú era exuberante y verde. “A partir de 2005 más o menos, vi que el panorama cambiaba. Comenzó con la ganadería y luego con la agricultura extensiva, cambio que se fue dando paulatinamente, en principio, de los remanentes de bosques a campos y plantaciones ”.

Flora en la Reserva de la Biosfera del Bosque Mbaracayú. Gentileza de Fundación Moisés Bertoni

El avance de la frontera agrícola, con el cambio de uso del suelo, se está produciendo a un ritmo vertiginoso, sin control y sin ningún tipo de regulación. “No se respetan las normativas y las bandas de protección. Si no tenemos auditores, si no tenemos controles serios, obviamente no vamos a hacer que las cosas cambien ”, dice Mora.

En opinión de Mereles, la única salida es desarrollar una política estricta de conservación de los bosques, especialmente en el Bosque Atlántico. Mereles habla de la importancia de tener proyectos o planes de desarrollo, y especialmente de conservación forestal. “Es urgente trabajar para dejar remanentes de bosques que sean semilleros”, dice.

Pero reconoce que adoptar un enfoque estricto de la conservación provocará fuertes reacciones de diferentes grupos: económicos, sociales e incluso religiosos. No cree que las autoridades tengan la voluntad política de ponerse del lado de la flora y la fauna contra esos grupos poderosos.

Mereles no es optimista sobre el futuro del Bosque Atlántico de Paraguay. No está convencida de que la conservación de los bosques se convierta en una prioridad para Paraguay. “En mi opinión”, dice, “no tenemos una solución”.